domingo, 18 de septiembre de 2011

Tiempo.

Creemos que el tiempo no se acaba. Quizás sea así. El tiempo no se acaba, el tiempo se nos acaba.

Cuando nos vemos sin límites de tiempo, damos las cosas por sentadas. Pensamos que cada segundo que dejamos atrás se repondrá más adelante.
Cuando nos vemos sin límites de tiempo, nos hacemos promesas, decimos cosas que pensaríamos dos veces si supiéramos que en realidad el reloj está andando sin preguntarnos.
Cuando nos vemos sin límites de tiempo, lo perdemos en angustias, en tristeza, en peleas.
Cuando nos vemos sin límites de tiempo, esperamos otro día para hacer lo que queremos, para expresar lo que sentimos, para hacer ese movimiento que estabas posponiendo sólo porque pensaste que ya llegaría el instante preciso.

En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, te das cuenta de que cada día que pasa y no sonríes, es un día que tú mismo te quitas de tu felicidad.
En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, te das cuenta de que a las palabras se las lleva el viento, que lo que vale son las acciones y que debes pensar antes de poner un pie frente al otro y darle la espalda a lo que quieres por un simple capricho.
En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, cada lágrima vale mucho más, pero cada sonrisa también.
En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, haces lo posible por invertirlo en lo que deseas, todo eso que de verdad vale la pena para ti.

Entender que no hay tiempo cuesta un rato. Entender todo lo que esto significa cuesta mucho más.

Lo siento, cada paso que di para alejarme fue una pérdida de tiempo. Ojalá pudiera tenerlo de regreso, pero ahora sólo me queda esperar a que me disculpes e invertir el que nos queda en reforzar lo que nos une.

martes, 23 de agosto de 2011

Hoy.

Un día como hoy. Muchos días como hoy. Pero decidí que hoy sería diferente.
No vengo a quejarme, como siempre, más bien vengo a decir que hoy no quiero pensar en nada malo y voy a disfrutar el día como lo hacía hace unos meses.

Eso era todo, sentía que tenía una cita con este blog hoy.

sábado, 23 de julio de 2011

Sin el uno, el dos y el tres.

Otro más.

Disculpen por la insistencia, ya debería superarlo, ¿no? Probablemente continúe así por un rato... Quiero disfrutarlo, no verlo morir. Aquí entra la frase "nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde", pero yo no creo que eso sea verdad. Sí sabes lo que tienes, lo amas, lo aprecias, agradeces su presencia en tu vida cada día que pasa y lo único que quieres es poner tus brazos a su alrededor y rogar para que no se aparte, como la última vez, pero no siempre funciona.

Las situaciones difíciles sacan el lado más honesto y puro de las personas. Es cuando te das cuenta de quiénes son los egoístas, los que lo entregan todo por los demás, los que realmente nunca saben qué hacer, y otros, como yo, que quieren lo mejor hasta que llegue lo peor. Es lo que disfruto de cada día como hoy. Me recuerda lo mejor y el hecho de que puede que aún puede que falten muchos por compartir.

En el parque.

Sentada en uno de Boston me dio por escribir.

No me llega mucha inspiración, así que esta entrada posiblemente no tenga mucho sentido. Va así: 40 grados, una libreta, un bolígrafo, el sol, media botella de agua caliente y yo. No puedo dejar de mirar a los lados. Creo que es porque así me crió mi país. Paranoica, bastante pesimista. ¿Qué se sentirá vivir en el primer mundo desde el principio? Es chistoso como todos se quejan acá de sus países o incluso de sus estados (dentro de USA) y a mí me toca aplicar la que le escuché a un colombiano: "I have to go back to South America, dude". No es que odie Venezuela, es la gente, el egoísmo, las ganas de joder al otro para no estar jodido uno mismo. 

No quiero volver al tercer mundo de la mente. No disfruto ser parte de eso.

miércoles, 13 de julio de 2011

En otra ciudad.

En otro país.

Aún así, busco entre la gente alguna relación, alguna mirada en común. He visto tantas cosas y observado tan pocas. Te quiero a ti, de eso no hay duda. No hay manera de engañar a mi cabeza o de hacerme creer otra cosa. Es simple, está claro y sobre todo, está vivo. La distancia no basta, el silencio tampoco es suficiente, siempre hay algo más que por más que intentemos ignorarlo, está ahí. Incluso está dicho, "hay llamas que ni con el mar", ni con uno ni con siete. Siempre te veo rondando por ahí, y me es imposible ignorarte porque no quiero hacerlo. ¿Por qué iba a querer hacerlo? No existe en este mundo una melodía más perfecta que la que escucho cuando pienso en ti. Lo siento, pero no lo cambiaría por nada. No me importa si tengo que esperar a morir para verte en el otro lado, o si pasan tres vidas y cuatro hijos, o tal vez mil doscientas zanahorias. Lo único que realmente quiero es a ti.

lunes, 4 de julio de 2011

Rutinas.

La verdad es que ya no sé cómo hacer. Conozco infinitas maneras de decir que hagas de tu día lo mejor que puedas, que hagas cosas nuevas, que disfrutes como si el mundo se fuera a acabar mañana, pero todo es tan rutinario que se vuelve aburrido. No hay nada que hacer, o probablemente no estoy buscando lo suficiente ni poniéndole atención a lo que pasa a mi alrededor. Tal vez fue solo el día de hoy que consumió mis energías y mis ganas de salir de la casa, pero por cada día de estos, necesito unos cuántos días con demasiada actividad para no sentir que me visitaron los dementores.
Estoy emocionada por el viaje, eso sí, pero que sea YA, pues. Creo que estos últimos 4 días serán los más lentos de toda la espera...
Me he ido del hilo de este blog, ¿verdad? Mis disculpas. Tal vez mientras esté allá o cuando llegue lo retomaré :)

Au revoir.

viernes, 1 de julio de 2011

Déjalo.

Estaba acostada en mi cama. Computadora en mano, la guitarra a un lado, las ganas de componer de vuelta en el juego. Traté, de verdad, pero cuando comienzo a escribir siento que es tan obvio, que ya todos lo han dicho, que debe haber otras maneras, que es una canción más para el montón y entonces pienso en cómo me gustaría tener esa habilidad que tienen algunos maestros para decirlo todo de forma tan maravillosa. Escribir en español no es mi fuerte, la verdad es que es demasiado complicado y sobre todo, se me hace muy cursi. Es irónico porque el español es mucho más rico que el inglés y más moldeable, además de ser mi lengua materna, pero hay algo que no me deja manejarlo, entonces escribo en inglés y volvemos al primer punto: demasiado común.

Gustavo Cerati - Convoy

Te encontré en un tren
Dejando atrás la locura
Nos miramos bien
Buscando nuestro punto de fuga

Tantas ganas de explorarnos
Todo salió como lo planeamos
Se soltó el vagón
Y volamos al espacio exterior

Próxima estación mucho más
Allá del sol convoy espacial
¿Que tan lejos nos llevará?

Oímos la galaxia explotar
Y cada uno de los otros planetas
Dormimos en nubes de gas
En playas de relojes de arena

Que cada noche una nueva luna
Oh hicimos el amor en algunas
Cuerpos a contra luz
Guiados por la cruz del sur

Dentro de un volcán
Nadie supo ni que nos paso
Ahora somos polvo cósmico

Próxima estación mucho más
Allá del sol convoy espacial
¿Que tan lejos nos llevará?

lunes, 20 de junio de 2011

De señales.

Hay veces que somos testigos del cambio de luz. Otras veces, el verde pasa inadvertido y nos sorprende el sonido insoportable del conductor atorado que va detrás. Yo no soy nadie para escribir como escribo, la verdad, y si algún escritor hecho y derecho pasa por aquí, creo que tendría una embolia antes de pasar la tercera línea de esta entrada.
He pasado estos días haciendo cualquier cosa menos lo que se supone que debería hacer. Un ejemplo maravilloso es este blog, porque generalmente cuando escribo acá debería estar haciendo cualquier otra cosa. Canto cuando debo callar. Pienso cuando debo dormir. Duermo cuando debo estudiar. Escribo cuando debo estudiar. No estudio. Creo que es un pequeño círculo vicioso que me atrapa y por más que intento, no me deja escapar. También creo que es porque "estoy en la edad en la que se cae una hoja y me da por llorar". Llorar, gritar, golpear, callar, cantar, dormir, pensar, vaguear, escribir, mirar, caminar, escuchar... Es la época de la intensidad. Todo está como debajo de una lupa que multiplica millones de veces el tamaño original de las cosas y por más que mire de lado y lado, sólo puedo ver lo que pasa en el momento y la vista de lo que pasa más adelante está nublada y es casi imperceptible. Es lo que pasa cuando te estancas en una situación. Es lo que pasa cuando le das mucha importancia a algo que no te da la misma importancia. Es el asunto del miedo, del 23, de la horchata, de los profesores, de Juul, de los sueños, de las velas, de la dichosa piedra del mar, del cofre, del piano, de Calamaro, de Esther, de la próxima entrada y el próximo condenado numerito que ya no sé si celebrarlo o enterrarlo. Como dirían los Mägo, "cuando un sueño se te muera, o entre en coma una ilusión, no lo entierres ni lo llores; resucítalo".

Bah... Ojalá fuera así de fácil, Txus. Ojalá tuviera yo un padre sagrado que a los tres días lo resucitara todo. Sé que mañana no voy a entender ni una oración de lo que estoy escribiendo. Creo que esto es lo que pasa cuando tienes muchas cosas en la cabeza y no sabes por donde empezar.


Creo que esto es lo que pasa solamente por pensar. 



Ya sé la respuesta. Debo enterrarlo.

Esther.

Esther, ese nombre maldito que me persiguió la semana entera que me tomó leer su muy nombrado libro. "Esther esto... Esther lo otro." El libro de Esther es simplemente una demostración en papel de la teoría del Caos. Eleazar (a mi parecer un personaje bastante desdichado), un hombre obsesivo-compulsivo, excesivamente cuidadoso con su salud y que pasa más tiempo investigando estadísticas de desastre que un corredor de seguros, está enamorado perdidamente de la tal Esther, una chica de buen cuerpo que cautiva a todos aquellos que la miran pasar y aprovecha bastante bien sus dotes naturales.
Siendo un adolescente bastante sentimental, los ojos de Eleazar van a beber del oasis que es el aura de Esther, su paz, su swing al caminar, su sensualidad que lo atrapa y lo hace querer acercarse a ella y confesar todo lo que siente. Cada paso que da lo acerca más a otro camino, el camino del accidente, de la Coca Cola sobre el vestido de Marilyn, la bella joven (no tan hermosa como Esther) que más tarde se convertiría en su esposa.
Los años pasan y el amor de Eleazar y Marilyn "se rompió de tanto usarlo". Se acabaron las noches de amor salvaje, las reuniones familiares en las que Eleazar evitaba el peligroso mondongo, las discusiones con Marilyn sobre porqué el caminar por las aceras contrarias a los perros escandalosos eran razón suficiente para no tener hijos... Les ganó esto último, la incapacidad de ambos para poder formar una familia por razones naturales o inventadas.
Al verse solo y desamparado, Eleazar sale de su casa en busca de Esther, que migró a España tomada de las manos de su familia ya harta del ambiente Venezolano, seguros de que en las Canarias todo sería mejor. Esther se fue y Eleazar quedó, olvidado y olvidando, viviendo su vida con una mujer que se atravesó en su camino gracias a un vaso de Coca Cola. El libro entero es un Eleazar viajando por toda España preguntando aquí y allá si alguien conoce a una familia venezolana con alguna hija llamada Esther. Conoce a una pareja que lo adopta y lo ayudan a buscar, y de eso va, yendo y viniendo, buscando de arriba a abajo un amor que tal vez nunca iba a funcionar. Así se va la historia, y eso es lo que me molesta, son 222 páginas de búsqueda, en las que te enamoran de lo que pudo ser, de un personaje entregado al amor imposible que busca por todos los medios encender un bombillo que tal vez estaba hecho para quedarse apagado, y lo peor del caso es que al final no sabes si la encuentra, sólo te dicen que desapareció, que se esfumó como los deseos que te enseñan a pedir a las 11:11, como las promesas al inicio de todo lo hermoso, cuando el amor es nuevo y uno es iluso y cree que cuando te acerques a aquella hermosa figura que te atrae como un insecto a la luz, todo será espectacular y para siempre.

Se va uno. Se va el otro. Se fue Esther y nunca supimos qué pasó.

jueves, 16 de junio de 2011

Renuncio.

No renuncio al blog, me encanta el blog, es como esas vías de escape de los edificios que supuestamente te salvan la vida si hay un incendio o algo parecido. No, al blog no, renuncio a todo lo demás, pero al blog no.


Esto es una carta formal de renuncia. (Ha, qué ganas, es sobre limpiar baños)

Caracas, 16 de Junio del año 2011.


Queridos:

No agradezco en lo absoluto ninguna de las experiencias brindadas por ustedes, ni el día a día que pasé trabajando como esclava de la sociedad. No agradezco absolutamente nada que los momentos junto a ustedes me hicieron vivir.

Tal y como he expuesto todos los días de mi vida, he estado participando en asuntos personales que nada tienen que ver con nadie, y he sido seleccionada para eso que llaman vivir. Espero que no les moleste mi decisión (aunque si así fuera, realmente no me importa), pero el salario que me ofrecen en esta nueva ocupación es mucho más beneficioso para mi. Descarto toda posibilidad de volver a ser acobijada bajo sus alas, y de nuevo, no agradezco nada de nada.

Sin más que hacer referencia,
espero su pronta defunción,

Beatriz Silva.

miércoles, 15 de junio de 2011

Y afuera, donde es verano, todos se van.

Ya es suficiente de pensamientos. Suficiente de imaginar situaciones, de preguntarse "¿qué pasaría si...?". Ya basta de las suposiciones, de la intuición.

Ya basta de creer.

En una onda de escuchar a Calamaro, creo que hoy es día de citar a alguien. A veces pienso que sí, "debí haber nacido antes o mucho después", y tal vez así las cosas funcionarían distinto. Si fuese una flor, un perro, una almohada, quizá mi vida sería más sencilla y no tendría preocupación alguna, pero no, soy una persona, carne, huesos, sangre (bastante, lo certifico) y un poco de eso que llaman "razón". Tal vez si hubiese sido un ticket de metro la hubiese pasado mejor. Tal vez alguna moneda con alguna historia interesante, unos zapatos desgastados de tanto andar, pero no.

Bueno, ya pasamos la etapa de lamentarnos por no ser "cualquier cosa (...), algo vegetal", ahora es que se viene lo que se viene. Yo dejo una pregunta aquí al aire...

¿Qué se supone que hace uno con las promesas? A veces esa cuestión realmente carcome mi cerebro. ¿Las botas? ¿Las guardas y esperas a que se cumplan? ¿Haces como si nunca fueron pronunciadas? Aquí, francamente hablando, mi memoria no es la mejor para muchísimas cosas, pero para mí, las promesas son sagradas. Si hoy me dices que sí, que el amor, que el odio, que el perro, el gato, el burro o la novia del vecino, no lo voy a olvidar. No es que espere peras del olmo, pero como dicen por ahí, "don't let your mouth write a check that your ass can't cash". Mañana las cosas pueden cambiar, te puede caer un piano del cielo, o tal vez un millón de dólares, y esa puede ser la razón que cambie tu rumbo. Yo, como tonta, me quedo "esperando y esperando", porque en mi caso, la ensalada de ayer no se cansa de esperar.

Desgraciadamente surgen aquellos problemas que siempre estuvieron ahí, pero la ilusión los había desaparecido. Es la cuestión de la luz de la vela y que nos parece que sigue ahí porque nuestras pupilas son más lentas que ella. En algún momento, nos encontramos en el medio de nuestra oscuridad y no sabemos qué hacer. Nos preguntamos a dónde diablos se fue la luz y si fue que se nos apagó o nos la apagaron. No se puede vivir de velas y de allí viene el título de esta entrada. Es así, no se puede vivir de velas porque "afuera, donde es verano, todos se van". Se va la luz, se va la ilusión, y aunque no queramos, se va la esperanza.

Me disculpo por ser tan "incomprendible" y tener todos los sentimientos a flor de piel. También por no saber callarme cuando debo, por tomarme las cosas tan en serio y por no saber cuándo parar.
Esto no es una entrada cualquiera, es un vómito de palabras que probablemente sólo aquel que pueda pensarse parte importante de mi vida desde un once y yo, podemos entender. Bueno, espero que así sea, porque honestamente ya no sé si es tan profundo como solía ser.




Citas de:
Andrés Calamaro - Todos se van
Andrés Calamaro - Paloma

lunes, 13 de junio de 2011

Desde mis ojos.

Cofre de tablones fuertes
colocados juntos por obra divina.
Cofre profundo, que dura,
al que han intentado reducir a astillas.

Cofre de amargos recuerdos,
corazones rotos y almas perdidas.
Cofre de buenas memorias,
de perfumes suaves y fotografías.

Cofre de amor y secretos,
de besos bañados en plata y semillas.
Cofre de olvidos y restos
en el que encuentro oscuras poesías.

Cofre de hermosas esencias,
una diferente para cada día.
Cofre de gran diferencia
a todos los cofres que existen en vida.

Cofre de inmensos misterios
en cuyas aguas yo me hundiría.
Sin duda alguna, un cofre increíble
con el que toda la noche hablaría.


Klavier.

Detrás de la puerta, más de 80 teclas.
Los mudos sonidos, tu vida despierta.
Escucho tu llanto entre las cadencias.
Deseas huir, quieres ver las estrellas.

Tenía que llevarte, posees mi alma
Ahora yo poseo tu ira y tu calma.
Detrás de la puerta se escapa tu brillo,
te falta el aliento, te faltan latidos.

Ninfa de todas, niñita perdida,
las teclas no suenan, quedaste dormida.
Sonido a sonido se escapó tu alma,
se escapó tu ira, se escapó tu calma.

Poseo tu cuerpo, tus ojos, tus labios
tus pechos pequeños, tu cara, tus manos.
Ahora son míos, aún sin color
cuerpo de manzana, divino sabor.

Ya nunca te irás de estas cuatro paredes.
Mi cuerpo es tu cárcel, mis manos, tus redes.
Las teclas no suenan, no irradian fulgor,
y yo todavía poseo tu amor.

jueves, 2 de junio de 2011

Ya todo está escrito.

Ya era tarde.

Di mil vueltas, y aún la luna estaba puesta donde la dejé. No esperaba que se moviera de ahí, pero últimamente las cosas pasaban tan rápido que sentía que perderla de vista sería perderla dentro de esas inmensas nubes que no querían detener su vuelo. Recuerdo haber pensado que si seguía caminando a esta velocidad, la vida me iba a atropellar, así, poco piadosa como es ella, y yo iba a quedar ahí, desangrada por todas las huellas que no dejé.

No quería pensar en ti. No quería pensar en ella. No quería pensar en nada más que las estrellas que se escondían tímidas detrás de aquella oscura cortina vaporosa. Ciertamente a veces no hacía más que quejarme... Está bien, casi siempre. Estaba insegura de tantas cosas, de eso no cabía duda. Tengo miedo, pero eso ya no viene al caso. Ya todo está escrito.

Caminaba descalza entre todas esas piedras, esas ramas que me hacían daño y podía pensar en la felicidad. ¿Cómo puede ser eso? No lo sé. La realidad es que no creo entenderlo nunca, pero "entender es un concepto más que sobrevalorado". Pensaba en el pasado, eso sí, porque aunque hay que dejarlo atrás, a veces es inevitable evocar ese sinfín de memorias, risas, silencios-

Silencio.

Aún así escuchaba el vacío de la noche. Escuchaba la vida. ¿Qué más que la soledad? Aquellos campos llenos de ovejas, una que otra vaca, la paz del sol que tarde se esconde, y todo eso a través de ojos que no eran míos, pero cómo deseaba que lo fueran...
Abrí la boca, pero no pude emitir sonido alguno. No brotó una queja, un problema, pero tampoco afloró tu nombre.
¿Quién dice que a nosotros los humanos no nos gusta engañarnos? Nos encanta esa ilusión de que la vela sigue encendida cuando realmente no lo está, sólo porque nuestras pupilas tardan en acostumbrarse a la oscuridad. Pero no, no es un engaño, la realidad está ahí bien pintada, pero se esconde como las estrellas, porque para alcanzarla hay que soplar y apartar ese montón de ovejas flotantes que nos privan de su belleza por momentos, pero nos enseñan que a veces hay que esforzarnos más de lo normal para ser felices.

Eso es lo que busco. Ser feliz, volver a reir, soñar, tomar la mano que me toca el corazón. Tenía miedo, pero eso ya no viene al caso. Ya todo está escrito.

miércoles, 1 de junio de 2011

Y los sueños, sueños son.

Dicen por ahí que los sueños son reflejos de nuestro subconsciente. Pues si es así, déjenme decirles que ¡maravilloso subconsciente me gané en la lotería!
Sí me llaman la atención esas teorías de que cada sueño tiene un significado, la simbología y toda esa cuestión, pero a veces no entiendo qué demonios es lo que me quiere decir mi cerebro y por qué, en nombre de Jesucristo atado en su cruz, no me lo puede decir más claramente. Pesadillas con gente que jamás en mi vida he visto en persona, asesinatos, persecuciones, poodles negros de tamaños inimaginables, cartas de gente a la que tengo 100 años sin ver, tíos con parecidos increíbles a personas a las que jamás en mi vida querría en mi círculo familiar (pero inevitablemente forman parte de mi ambiente diario), unas cuantas aventuras sin sentido dentro del colegio, toques en los que me presento sin pena, uno que otro motorizado persiguiéndome por la urbanización con intenciones no muy beneficiosas para mi persona, tormentas de arena en medio de una guerra en la que conozco a señoritas de mi edad que (les aseguro) nunca conoceré en mi vida...
Estos son sólo unos pocos de los mensajes, bastante ambiguos, que me manda mi subconsciente, esperando que descifre lo que quiere decir, que entienda el mensaje oculto, o alguna de esas chorradas que probablemnente no entienda jamás.
La verdad es que esta entrada no tiene mucho sentido, pero como dice la canción de Mägo (citando a Pedro Calderón de la Barca), "alguien escribió que la vida es sueño, y los sueños, sueños son".

Juul.






Fuerte, ¿no?
Una imagen así fue la que evocó mi cerebro cuando leí la historia de Juul. Bueno, está bien, no tan real, pero algo así.
Si no han leído la horrible historia de la que les hablo, aquí está. (Aunque esta versión es más decorada que la que me tocó leer).
Habla de un pobre niño pelirrojo que se automutila a causa de los comentarios hirientes de sus compañeros, hasta que sólo queda de él una cabeza calva, sin orejas ni ojos, pegada a un torso, que luego es separada por estos salvajes niños para usarla como pelota de fútbol, hasta que se dan cuenta de que es inútil para tal actividad y la dejan abandonada sin prestar atención alguna al daño que han causado.
Todos hemos sido Juul, todos hemos sido esos niños inhumanos a quienes no nos importa en lo absoluto el daño que podamos causar en los demás con nuestras palabras.  Supongo que es algo de la naturaleza humana, buscar en los demás aquello que no podemos soportar en nosotros mismos y restregárselo en la cara como si fuera un pastel de la más fresca porquería. Como dicen por ahí, así es la vida; dura, cruel y sanguinaria.
Pobre Juul, víctima de la palabra ajena. Pobres compañeros, crueles en su inseguridad, sin sensibilidad ni empatía que pueda salvarlos de sí mismos. Pobres de nosotros, hundidos en esta devastación que es el ojo del huracán al que llamamos "humanidad".

miércoles, 25 de mayo de 2011

El de los profesores hipócritas.

Sí, bueno. No creo que muchos de los que lean este blog estén felices con el título de esta entrada, pero hey, ¡deben leerla para entender!

Esto comienza con una anécdota que acaba de pasar. Carlos, nuestro profesor de Literatura, el que nos evalúa este blog y nos tortura psicológicamente para que escribamos cada segundo que podamos es un vivo ejemplo de profesores hipócritas. Es como el cuento ese de que, al menos muchos de mis compañeros y yo, JAMÁS (nótese el uso de mayúsculas y negritas) hemos visto a un profesor de deporte haciendo deporte. Carlos debía escribir un texto para esta semana, que es la Semana de la Lectura, con el fin de publicarlo en Pro Da Vinci junto a nuestros textos de la infancia (sí, aún esos textos siguen rodando por ahí). Resulta ser que por estar pendiente de cualquier otra cosa, el escritor se olvidó de escribir, y ahora está en duda la publicación de nuestro trabajo.

Oh, profesores. Profesores hipócritas en todos lados. Profesores que nos mandan a correr mientras se ocupan de esconder unas buenas panzas bajo las anchas franelas Dri-fit, o profesores que nos exigen puntualidad en la entrega de trabajos, pero pueden tardarse cuanto quieran en las correcciones. Disculpen, señores, sabemos que tienen cosas que hacer además de leer incoherencias que escriben adolescentes medianamente incultos, pero nosotros también tenemos más opciones para el viernes en la tarde distintas de un ensayo de 2000 palabras sobre temas que (muy posiblemente, con el corazón en la mano, duélale a quién le duela) no nos interesan, y que si nos interesan, tal vez no nos sirvan después de que salgamos de la época de reuniones donde cada uno se cree más que el otro y puedes alardear sobre tus "conocimientos" en filosofía suprarrealista.

Un saludo a todos los profesores hipócritas.

Con amor,
Bea.

De la piedra del mar.

Francisco Massiani logra abrirnos una ventana a la época dorada de Caracas. Esas calles transitables, con lugares de entretenimiento sanos y otros no tanto. Piedra de Mar es una novela con un lenguaje simple, un lèxico con el que estoy segura que muchos jóvenes a lo largo de los años se han sentido identificados. No es simplemente una historia, es un viaje en el que todos nos embarcamos por lo menos una vez en la vida.

Vemos como Corcho vive sus días como un adolescente un poco alejado de lo que serían las buenas costumbres, pero aún así tiene sentimientos muy puros y sinceros en cuanto a sí mismo y los demás. Buscando el amor no correspondido de Carolina, esa niña de ojos bonitos y un cuerpo que todos desearían, Corcho pasa unos malos momentos y otros que disfruta hasta el instante en el que recuerda a su amor. Tiene aventuras, hasta relaciones con otras mujeres, vive en un mundo sin restricciones, donde puede beber y hasta fumar marihuana sin que alguien lo detenga y todavia se siente solo, siente que nada es suficiente.

Empieza a escribir una novela. Le gustó la idea, trató de hacerlo en serio, pero expresaba su forma de ser en esas palabras que tipeaba, y él no era nada serio. Lo único que Corcho realmente deseaba era que Carolina lo quisiera, que deje de fijarse en todos esos amigos que la rodean, que deje de caer en sus tontas trampas de "amor", esos cortejos baratos que no tienen sentido ni valor emocional.A veces eso es lo que todos deseamos, ¿no? Que la persona que nos gusta nos haga caso a nosotros, que somos quienes de verdad lo queremos y que deje de chocarse contra esas paredes de amor inalcanzable en los que siempre parecen estar metidos.

Después de mucho golpearse él mismo, Corcho consigue el amor en Kika, una muchacha bastante extraña, que desde el principio tuvo la atención de Corcho (aunque nunca tanto como Carolina, claro está). Kika no tiene mucho papel en la novela, de hecho, aparece muy poco incluso al final. Esto es un poco confuso para mí, que al final el protagonista termine enamorado de un personaje que casi no hemos conocido, y que honestamente parece que la buscó luego de ser tristemente rechazado por la mujer que de verdad quería. Kika es el colchón que amortiguó la caída de Corcho, un colchón viejo al que por salvarlo, le agarró muchísimo cariño.

Me agradó este final, la verdad. Dejar de ver sufrir a Corcho fue un alivio, porque ya estaba un poco cansada de su quejumbroso camino hacia un amor que no lo llevaría a ningún sitio. Me siento un poco mal por Kika, aunque supongo que ella también se habrá dado cuenta de su papel en la vida de Corcho. Aún así, por lo menos por lo que sabemos, son felices por esos momentos fugaces de su juventud.

domingo, 22 de mayo de 2011

Próximos al veintitrés.

No tengo ni un esbozo de idea de la importancia del número. No sé cómo llegamos al acuerdo de que sería importante.Bueno, la realidad es que sí lo sé. Lo que no sé es si (para vos) aún lo sea.

Me desperté pensando en todo lo referente a ello. Todo lo que quería decirte, pero a la vez no quería. ¿Acaso debía esperar a que lo mencionaras para saber si seguía siendo relevante? Creo que esa era la opción más sana. Aunque para vos ya había llegado, yo aún rezaba por encontrar una respuesta en las 2 horas que restaban para el desgraciado momento en el que la pantalla me gritara VEINTITRÉS.

La verdad es que sí hay -por lo menos- un par de cosas a resaltar. Nosotros bien lo sabemos. Eso es, menos mal que sólo vos y yo lo sabemos. Cada instante previo era como la emoción de la noche antes de navidad. Esa expectativa, la incertidumbre, el momento en el que mi corazón, sin preguntar, se saltaba un latido y yo moría un poco al darme cuenta por ese vacío repentino que sentía en el pecho. Me encantaba sentir cómo recuperaba el paso y esperaba ansiosamente el próximo momento en el que aquel pequeño defecto de fábrica  viniera a recordarme que estaba viva.

Son veintitrés. Seis veintitrés. Qué rapido se desenvuelven las cosas. Y ahora probablemente veintitrés mil kilómetros son los que nos separan (oh, sé que es exagerado y la cifra es aproximadamente veintitres veces menor). Allá donde está tu corazón, tal vez allá sea donde acabes. Quizás veintitrés sean las veces que pueda ver tu rostro más allá de estas pantallas en lo que me queda de vida. O veintitrés sean los años que tardaremos en saltar todos los obstáculos que se posan frente a nuestros ojos. Quizás veintitrés fueron los besos que pudieron ser vistos, o veintitrés flores pensé en darte hasta que recordaba las alergias.

Seis veintitrés, mil veintitrés, ¿qué diferencia existe? Por momentos quisiera leer tu mente. Por momentos (a veces tan eternos momentos) quisiera veintitrés veces volver a nacer sólo para volver a conocerte.

De vos amo todo, de vos quiero todo. De vos y de cada veintitrés se enamoró mi corazón.

lunes, 16 de mayo de 2011

Pánico en el reflejo.

Todas las noches era lo mismo. Mirar por la ventana y observar fijamente ese reflejo que a la vez la miraba a ella. Era esa mala costumbre de pensar y pensar en lo que podría pasar mientras se miraba a sí misma. No había situación que no hubiera imaginado, no había conversaciones sin practicar, no existía ni la mínima duda de que sin importar lo que pasara, estaría preparada. Pero ¿para qué, si nada es real?
Miró fijamente sus ojos, hartos ya de ser ese muro de contención para la marejada que se acumulaba detrás. No lo entiendo, pensó, no sirve de nada pasar la vida preguntándome qué hubiese sido. Y a pesar de repetirse esta frase como su ley de vida, incluso más veces de las que recordaba que debía respirar, parecía resbalar por su cerebro como si éste estuviese cubierto de una sustancia viscosa que ni por error permitiría que ese pensamiento se plantara allí. 
Es posible que jamás lo entienda. Es posible que viva día a día preocupada por lo que vendrá después, pero lo que es más posible de todo, es que muera mañana sin ser capaz de entender lo que pasó hoy.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Brittany: ¿El Corazón Delator? ¡Amo las novelas románticas!
Daria: Sí, nada dice "Se mío" como un corazón latente bajo las tablas del piso.

Vamos a tomar Horchata en diciembre.

Así es. Vamos a embriagarnos con Horchata. Vamos a tomar tanto de ese espeso intento raro de chicha (para mi que soy inculta y nunca la he probado) que nuestros cuerpos exploten de gordura. ¿Qué más se supone que iba a decir esta entrada? Realmente la inspiración se fue igual que la cucaracha que anoche convivió secretamente conmigo mientras entraba en una pequeña crisis hormonal. Desapareció. Cuando la busqué en la mañana, no había ni el mínimo rastro de ella.
Debo escribir sobre un miedo. ¿Un miedo?, ¿de verdad? Tengo miedo a que mi blog fracase. ¿O no? Puede que fracase, pero no le temo a eso. Le temo a los tigres de bengala. Creo. No, le temo a las cucarachas que vuelan y se pasean sobre mis libros mientras encuentro el momento preciso en que no me vean para huir con la esperanza de no volver a verla jamás.
Eso, creo que tengo miedo de verla otra vez. No a la cucaracha, por supuesto, ella ya no me importa. Tengo miedo de volver a cruzarme con el miedo irracional a -inserte aquí elemento de su preferencia- y a que cada vez me ataque más frecuentemente. El miedo. Exacto. A eso le tengo miedo.
Bienvenidos.
Bienvenue.
Benvenuto.
Willkommen.
Welcome.