Me desperté pensando en todo lo referente a ello. Todo lo que quería decirte, pero a la vez no quería. ¿Acaso debía esperar a que lo mencionaras para saber si seguía siendo relevante? Creo que esa era la opción más sana. Aunque para vos ya había llegado, yo aún rezaba por encontrar una respuesta en las 2 horas que restaban para el desgraciado momento en el que la pantalla me gritara VEINTITRÉS.
La verdad es que sí hay -por lo menos- un par de cosas a resaltar. Nosotros bien lo sabemos. Eso es, menos mal que sólo vos y yo lo sabemos. Cada instante previo era como la emoción de la noche antes de navidad. Esa expectativa, la incertidumbre, el momento en el que mi corazón, sin preguntar, se saltaba un latido y yo moría un poco al darme cuenta por ese vacío repentino que sentía en el pecho. Me encantaba sentir cómo recuperaba el paso y esperaba ansiosamente el próximo momento en el que aquel pequeño defecto de fábrica viniera a recordarme que estaba viva.
Son veintitrés. Seis veintitrés. Qué rapido se desenvuelven las cosas. Y ahora probablemente veintitrés mil kilómetros son los que nos separan (oh, sé que es exagerado y la cifra es aproximadamente
Seis veintitrés, mil veintitrés, ¿qué diferencia existe? Por momentos quisiera leer tu mente. Por momentos (a veces tan eternos momentos) quisiera veintitrés veces volver a nacer sólo para volver a conocerte.
De vos amo todo, de vos quiero todo. De vos y de cada veintitrés se enamoró mi corazón.

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