lunes, 20 de junio de 2011

De señales.

Hay veces que somos testigos del cambio de luz. Otras veces, el verde pasa inadvertido y nos sorprende el sonido insoportable del conductor atorado que va detrás. Yo no soy nadie para escribir como escribo, la verdad, y si algún escritor hecho y derecho pasa por aquí, creo que tendría una embolia antes de pasar la tercera línea de esta entrada.
He pasado estos días haciendo cualquier cosa menos lo que se supone que debería hacer. Un ejemplo maravilloso es este blog, porque generalmente cuando escribo acá debería estar haciendo cualquier otra cosa. Canto cuando debo callar. Pienso cuando debo dormir. Duermo cuando debo estudiar. Escribo cuando debo estudiar. No estudio. Creo que es un pequeño círculo vicioso que me atrapa y por más que intento, no me deja escapar. También creo que es porque "estoy en la edad en la que se cae una hoja y me da por llorar". Llorar, gritar, golpear, callar, cantar, dormir, pensar, vaguear, escribir, mirar, caminar, escuchar... Es la época de la intensidad. Todo está como debajo de una lupa que multiplica millones de veces el tamaño original de las cosas y por más que mire de lado y lado, sólo puedo ver lo que pasa en el momento y la vista de lo que pasa más adelante está nublada y es casi imperceptible. Es lo que pasa cuando te estancas en una situación. Es lo que pasa cuando le das mucha importancia a algo que no te da la misma importancia. Es el asunto del miedo, del 23, de la horchata, de los profesores, de Juul, de los sueños, de las velas, de la dichosa piedra del mar, del cofre, del piano, de Calamaro, de Esther, de la próxima entrada y el próximo condenado numerito que ya no sé si celebrarlo o enterrarlo. Como dirían los Mägo, "cuando un sueño se te muera, o entre en coma una ilusión, no lo entierres ni lo llores; resucítalo".

Bah... Ojalá fuera así de fácil, Txus. Ojalá tuviera yo un padre sagrado que a los tres días lo resucitara todo. Sé que mañana no voy a entender ni una oración de lo que estoy escribiendo. Creo que esto es lo que pasa cuando tienes muchas cosas en la cabeza y no sabes por donde empezar.


Creo que esto es lo que pasa solamente por pensar. 



Ya sé la respuesta. Debo enterrarlo.

Esther.

Esther, ese nombre maldito que me persiguió la semana entera que me tomó leer su muy nombrado libro. "Esther esto... Esther lo otro." El libro de Esther es simplemente una demostración en papel de la teoría del Caos. Eleazar (a mi parecer un personaje bastante desdichado), un hombre obsesivo-compulsivo, excesivamente cuidadoso con su salud y que pasa más tiempo investigando estadísticas de desastre que un corredor de seguros, está enamorado perdidamente de la tal Esther, una chica de buen cuerpo que cautiva a todos aquellos que la miran pasar y aprovecha bastante bien sus dotes naturales.
Siendo un adolescente bastante sentimental, los ojos de Eleazar van a beber del oasis que es el aura de Esther, su paz, su swing al caminar, su sensualidad que lo atrapa y lo hace querer acercarse a ella y confesar todo lo que siente. Cada paso que da lo acerca más a otro camino, el camino del accidente, de la Coca Cola sobre el vestido de Marilyn, la bella joven (no tan hermosa como Esther) que más tarde se convertiría en su esposa.
Los años pasan y el amor de Eleazar y Marilyn "se rompió de tanto usarlo". Se acabaron las noches de amor salvaje, las reuniones familiares en las que Eleazar evitaba el peligroso mondongo, las discusiones con Marilyn sobre porqué el caminar por las aceras contrarias a los perros escandalosos eran razón suficiente para no tener hijos... Les ganó esto último, la incapacidad de ambos para poder formar una familia por razones naturales o inventadas.
Al verse solo y desamparado, Eleazar sale de su casa en busca de Esther, que migró a España tomada de las manos de su familia ya harta del ambiente Venezolano, seguros de que en las Canarias todo sería mejor. Esther se fue y Eleazar quedó, olvidado y olvidando, viviendo su vida con una mujer que se atravesó en su camino gracias a un vaso de Coca Cola. El libro entero es un Eleazar viajando por toda España preguntando aquí y allá si alguien conoce a una familia venezolana con alguna hija llamada Esther. Conoce a una pareja que lo adopta y lo ayudan a buscar, y de eso va, yendo y viniendo, buscando de arriba a abajo un amor que tal vez nunca iba a funcionar. Así se va la historia, y eso es lo que me molesta, son 222 páginas de búsqueda, en las que te enamoran de lo que pudo ser, de un personaje entregado al amor imposible que busca por todos los medios encender un bombillo que tal vez estaba hecho para quedarse apagado, y lo peor del caso es que al final no sabes si la encuentra, sólo te dicen que desapareció, que se esfumó como los deseos que te enseñan a pedir a las 11:11, como las promesas al inicio de todo lo hermoso, cuando el amor es nuevo y uno es iluso y cree que cuando te acerques a aquella hermosa figura que te atrae como un insecto a la luz, todo será espectacular y para siempre.

Se va uno. Se va el otro. Se fue Esther y nunca supimos qué pasó.

jueves, 16 de junio de 2011

Renuncio.

No renuncio al blog, me encanta el blog, es como esas vías de escape de los edificios que supuestamente te salvan la vida si hay un incendio o algo parecido. No, al blog no, renuncio a todo lo demás, pero al blog no.


Esto es una carta formal de renuncia. (Ha, qué ganas, es sobre limpiar baños)

Caracas, 16 de Junio del año 2011.


Queridos:

No agradezco en lo absoluto ninguna de las experiencias brindadas por ustedes, ni el día a día que pasé trabajando como esclava de la sociedad. No agradezco absolutamente nada que los momentos junto a ustedes me hicieron vivir.

Tal y como he expuesto todos los días de mi vida, he estado participando en asuntos personales que nada tienen que ver con nadie, y he sido seleccionada para eso que llaman vivir. Espero que no les moleste mi decisión (aunque si así fuera, realmente no me importa), pero el salario que me ofrecen en esta nueva ocupación es mucho más beneficioso para mi. Descarto toda posibilidad de volver a ser acobijada bajo sus alas, y de nuevo, no agradezco nada de nada.

Sin más que hacer referencia,
espero su pronta defunción,

Beatriz Silva.

miércoles, 15 de junio de 2011

Y afuera, donde es verano, todos se van.

Ya es suficiente de pensamientos. Suficiente de imaginar situaciones, de preguntarse "¿qué pasaría si...?". Ya basta de las suposiciones, de la intuición.

Ya basta de creer.

En una onda de escuchar a Calamaro, creo que hoy es día de citar a alguien. A veces pienso que sí, "debí haber nacido antes o mucho después", y tal vez así las cosas funcionarían distinto. Si fuese una flor, un perro, una almohada, quizá mi vida sería más sencilla y no tendría preocupación alguna, pero no, soy una persona, carne, huesos, sangre (bastante, lo certifico) y un poco de eso que llaman "razón". Tal vez si hubiese sido un ticket de metro la hubiese pasado mejor. Tal vez alguna moneda con alguna historia interesante, unos zapatos desgastados de tanto andar, pero no.

Bueno, ya pasamos la etapa de lamentarnos por no ser "cualquier cosa (...), algo vegetal", ahora es que se viene lo que se viene. Yo dejo una pregunta aquí al aire...

¿Qué se supone que hace uno con las promesas? A veces esa cuestión realmente carcome mi cerebro. ¿Las botas? ¿Las guardas y esperas a que se cumplan? ¿Haces como si nunca fueron pronunciadas? Aquí, francamente hablando, mi memoria no es la mejor para muchísimas cosas, pero para mí, las promesas son sagradas. Si hoy me dices que sí, que el amor, que el odio, que el perro, el gato, el burro o la novia del vecino, no lo voy a olvidar. No es que espere peras del olmo, pero como dicen por ahí, "don't let your mouth write a check that your ass can't cash". Mañana las cosas pueden cambiar, te puede caer un piano del cielo, o tal vez un millón de dólares, y esa puede ser la razón que cambie tu rumbo. Yo, como tonta, me quedo "esperando y esperando", porque en mi caso, la ensalada de ayer no se cansa de esperar.

Desgraciadamente surgen aquellos problemas que siempre estuvieron ahí, pero la ilusión los había desaparecido. Es la cuestión de la luz de la vela y que nos parece que sigue ahí porque nuestras pupilas son más lentas que ella. En algún momento, nos encontramos en el medio de nuestra oscuridad y no sabemos qué hacer. Nos preguntamos a dónde diablos se fue la luz y si fue que se nos apagó o nos la apagaron. No se puede vivir de velas y de allí viene el título de esta entrada. Es así, no se puede vivir de velas porque "afuera, donde es verano, todos se van". Se va la luz, se va la ilusión, y aunque no queramos, se va la esperanza.

Me disculpo por ser tan "incomprendible" y tener todos los sentimientos a flor de piel. También por no saber callarme cuando debo, por tomarme las cosas tan en serio y por no saber cuándo parar.
Esto no es una entrada cualquiera, es un vómito de palabras que probablemente sólo aquel que pueda pensarse parte importante de mi vida desde un once y yo, podemos entender. Bueno, espero que así sea, porque honestamente ya no sé si es tan profundo como solía ser.




Citas de:
Andrés Calamaro - Todos se van
Andrés Calamaro - Paloma

lunes, 13 de junio de 2011

Desde mis ojos.

Cofre de tablones fuertes
colocados juntos por obra divina.
Cofre profundo, que dura,
al que han intentado reducir a astillas.

Cofre de amargos recuerdos,
corazones rotos y almas perdidas.
Cofre de buenas memorias,
de perfumes suaves y fotografías.

Cofre de amor y secretos,
de besos bañados en plata y semillas.
Cofre de olvidos y restos
en el que encuentro oscuras poesías.

Cofre de hermosas esencias,
una diferente para cada día.
Cofre de gran diferencia
a todos los cofres que existen en vida.

Cofre de inmensos misterios
en cuyas aguas yo me hundiría.
Sin duda alguna, un cofre increíble
con el que toda la noche hablaría.


Klavier.

Detrás de la puerta, más de 80 teclas.
Los mudos sonidos, tu vida despierta.
Escucho tu llanto entre las cadencias.
Deseas huir, quieres ver las estrellas.

Tenía que llevarte, posees mi alma
Ahora yo poseo tu ira y tu calma.
Detrás de la puerta se escapa tu brillo,
te falta el aliento, te faltan latidos.

Ninfa de todas, niñita perdida,
las teclas no suenan, quedaste dormida.
Sonido a sonido se escapó tu alma,
se escapó tu ira, se escapó tu calma.

Poseo tu cuerpo, tus ojos, tus labios
tus pechos pequeños, tu cara, tus manos.
Ahora son míos, aún sin color
cuerpo de manzana, divino sabor.

Ya nunca te irás de estas cuatro paredes.
Mi cuerpo es tu cárcel, mis manos, tus redes.
Las teclas no suenan, no irradian fulgor,
y yo todavía poseo tu amor.

jueves, 2 de junio de 2011

Ya todo está escrito.

Ya era tarde.

Di mil vueltas, y aún la luna estaba puesta donde la dejé. No esperaba que se moviera de ahí, pero últimamente las cosas pasaban tan rápido que sentía que perderla de vista sería perderla dentro de esas inmensas nubes que no querían detener su vuelo. Recuerdo haber pensado que si seguía caminando a esta velocidad, la vida me iba a atropellar, así, poco piadosa como es ella, y yo iba a quedar ahí, desangrada por todas las huellas que no dejé.

No quería pensar en ti. No quería pensar en ella. No quería pensar en nada más que las estrellas que se escondían tímidas detrás de aquella oscura cortina vaporosa. Ciertamente a veces no hacía más que quejarme... Está bien, casi siempre. Estaba insegura de tantas cosas, de eso no cabía duda. Tengo miedo, pero eso ya no viene al caso. Ya todo está escrito.

Caminaba descalza entre todas esas piedras, esas ramas que me hacían daño y podía pensar en la felicidad. ¿Cómo puede ser eso? No lo sé. La realidad es que no creo entenderlo nunca, pero "entender es un concepto más que sobrevalorado". Pensaba en el pasado, eso sí, porque aunque hay que dejarlo atrás, a veces es inevitable evocar ese sinfín de memorias, risas, silencios-

Silencio.

Aún así escuchaba el vacío de la noche. Escuchaba la vida. ¿Qué más que la soledad? Aquellos campos llenos de ovejas, una que otra vaca, la paz del sol que tarde se esconde, y todo eso a través de ojos que no eran míos, pero cómo deseaba que lo fueran...
Abrí la boca, pero no pude emitir sonido alguno. No brotó una queja, un problema, pero tampoco afloró tu nombre.
¿Quién dice que a nosotros los humanos no nos gusta engañarnos? Nos encanta esa ilusión de que la vela sigue encendida cuando realmente no lo está, sólo porque nuestras pupilas tardan en acostumbrarse a la oscuridad. Pero no, no es un engaño, la realidad está ahí bien pintada, pero se esconde como las estrellas, porque para alcanzarla hay que soplar y apartar ese montón de ovejas flotantes que nos privan de su belleza por momentos, pero nos enseñan que a veces hay que esforzarnos más de lo normal para ser felices.

Eso es lo que busco. Ser feliz, volver a reir, soñar, tomar la mano que me toca el corazón. Tenía miedo, pero eso ya no viene al caso. Ya todo está escrito.

miércoles, 1 de junio de 2011

Y los sueños, sueños son.

Dicen por ahí que los sueños son reflejos de nuestro subconsciente. Pues si es así, déjenme decirles que ¡maravilloso subconsciente me gané en la lotería!
Sí me llaman la atención esas teorías de que cada sueño tiene un significado, la simbología y toda esa cuestión, pero a veces no entiendo qué demonios es lo que me quiere decir mi cerebro y por qué, en nombre de Jesucristo atado en su cruz, no me lo puede decir más claramente. Pesadillas con gente que jamás en mi vida he visto en persona, asesinatos, persecuciones, poodles negros de tamaños inimaginables, cartas de gente a la que tengo 100 años sin ver, tíos con parecidos increíbles a personas a las que jamás en mi vida querría en mi círculo familiar (pero inevitablemente forman parte de mi ambiente diario), unas cuantas aventuras sin sentido dentro del colegio, toques en los que me presento sin pena, uno que otro motorizado persiguiéndome por la urbanización con intenciones no muy beneficiosas para mi persona, tormentas de arena en medio de una guerra en la que conozco a señoritas de mi edad que (les aseguro) nunca conoceré en mi vida...
Estos son sólo unos pocos de los mensajes, bastante ambiguos, que me manda mi subconsciente, esperando que descifre lo que quiere decir, que entienda el mensaje oculto, o alguna de esas chorradas que probablemnente no entienda jamás.
La verdad es que esta entrada no tiene mucho sentido, pero como dice la canción de Mägo (citando a Pedro Calderón de la Barca), "alguien escribió que la vida es sueño, y los sueños, sueños son".

Juul.






Fuerte, ¿no?
Una imagen así fue la que evocó mi cerebro cuando leí la historia de Juul. Bueno, está bien, no tan real, pero algo así.
Si no han leído la horrible historia de la que les hablo, aquí está. (Aunque esta versión es más decorada que la que me tocó leer).
Habla de un pobre niño pelirrojo que se automutila a causa de los comentarios hirientes de sus compañeros, hasta que sólo queda de él una cabeza calva, sin orejas ni ojos, pegada a un torso, que luego es separada por estos salvajes niños para usarla como pelota de fútbol, hasta que se dan cuenta de que es inútil para tal actividad y la dejan abandonada sin prestar atención alguna al daño que han causado.
Todos hemos sido Juul, todos hemos sido esos niños inhumanos a quienes no nos importa en lo absoluto el daño que podamos causar en los demás con nuestras palabras.  Supongo que es algo de la naturaleza humana, buscar en los demás aquello que no podemos soportar en nosotros mismos y restregárselo en la cara como si fuera un pastel de la más fresca porquería. Como dicen por ahí, así es la vida; dura, cruel y sanguinaria.
Pobre Juul, víctima de la palabra ajena. Pobres compañeros, crueles en su inseguridad, sin sensibilidad ni empatía que pueda salvarlos de sí mismos. Pobres de nosotros, hundidos en esta devastación que es el ojo del huracán al que llamamos "humanidad".