martes, 17 de enero de 2012

Masquerade.

Como todos los días, posó aquel peso sobre su rostro. Sentía que a cada segundo se iba desgastando la delicada pintura con la que había decorado su máscara. A su alrededor ya no había nadie que entendiera las palabras sin sentido que quedaban amortiguadas por la capa cada vez más delgada que escondía todo lo que el mundo no podía ver o escuchar.
"Todos tienen secretos" se repetía a sí misma cada noche, cuando el peso de las acciones era mayor al de la máscara, cuando ya no podía convencerse de que lo que hacía era por su bien y el de su propio secreto. Volteaba la cabeza y miraba el cofre por horas. Se convertía en mucho más que una caja de madera con un significado, cada vez entraban en él más y más conversaciones banales, más silencios que se tornaban incómodos, más caricias que parecían frías y distantes, más atención que no se hallaba por ningún lugar. Mientras lo miraba, las lágrimas recorrían sus mejillas hasta llegar a la almohada y desaparecer dejando solamente una humedad que no la dejaría dormir.
Por supuesto que también era su culpa, tenía una máscara que mantener, un secreto que guardar. El detalle estaba en que ese secreto crecía cada segundo a ser la parte más importante de su vida y pronto ya no estaría tan cerca como lo deseaba. Con cada puesta de sol, se marchaba un día que perdía escondida hasta de ella misma. Estaba cansada, pues ya no sabía en qué punto había perdido el norte y por qué ya no era tan fácil encontrarse como lo hacía al principio. Su calendario decía que sólo faltaban nueve lunas llenas y podía olvidarse de todas las mentiras. Probablemente para ese entonces, los puentes que la conectaban con todo aquello que no quería y a la vez añoraba estarían completamente destruidos. No es que le preocupaba, pues aún tendría su cofre y ya no tendría más secretos, pero esa noche sólo quería paz. Quería quitarse la máscara y comenzar de nuevo, aunque no en el mismo sitio ni con la misma gente.

"Todos tienen secretos. Habrá que esperar." se dijo, y con aquellas palabras, se rindió ante la oscuridad.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Tiempo.

Creemos que el tiempo no se acaba. Quizás sea así. El tiempo no se acaba, el tiempo se nos acaba.

Cuando nos vemos sin límites de tiempo, damos las cosas por sentadas. Pensamos que cada segundo que dejamos atrás se repondrá más adelante.
Cuando nos vemos sin límites de tiempo, nos hacemos promesas, decimos cosas que pensaríamos dos veces si supiéramos que en realidad el reloj está andando sin preguntarnos.
Cuando nos vemos sin límites de tiempo, lo perdemos en angustias, en tristeza, en peleas.
Cuando nos vemos sin límites de tiempo, esperamos otro día para hacer lo que queremos, para expresar lo que sentimos, para hacer ese movimiento que estabas posponiendo sólo porque pensaste que ya llegaría el instante preciso.

En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, te das cuenta de que cada día que pasa y no sonríes, es un día que tú mismo te quitas de tu felicidad.
En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, te das cuenta de que a las palabras se las lleva el viento, que lo que vale son las acciones y que debes pensar antes de poner un pie frente al otro y darle la espalda a lo que quieres por un simple capricho.
En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, cada lágrima vale mucho más, pero cada sonrisa también.
En el momento en el que entiendes que no hay tiempo, haces lo posible por invertirlo en lo que deseas, todo eso que de verdad vale la pena para ti.

Entender que no hay tiempo cuesta un rato. Entender todo lo que esto significa cuesta mucho más.

Lo siento, cada paso que di para alejarme fue una pérdida de tiempo. Ojalá pudiera tenerlo de regreso, pero ahora sólo me queda esperar a que me disculpes e invertir el que nos queda en reforzar lo que nos une.

martes, 23 de agosto de 2011

Hoy.

Un día como hoy. Muchos días como hoy. Pero decidí que hoy sería diferente.
No vengo a quejarme, como siempre, más bien vengo a decir que hoy no quiero pensar en nada malo y voy a disfrutar el día como lo hacía hace unos meses.

Eso era todo, sentía que tenía una cita con este blog hoy.

sábado, 23 de julio de 2011

Sin el uno, el dos y el tres.

Otro más.

Disculpen por la insistencia, ya debería superarlo, ¿no? Probablemente continúe así por un rato... Quiero disfrutarlo, no verlo morir. Aquí entra la frase "nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde", pero yo no creo que eso sea verdad. Sí sabes lo que tienes, lo amas, lo aprecias, agradeces su presencia en tu vida cada día que pasa y lo único que quieres es poner tus brazos a su alrededor y rogar para que no se aparte, como la última vez, pero no siempre funciona.

Las situaciones difíciles sacan el lado más honesto y puro de las personas. Es cuando te das cuenta de quiénes son los egoístas, los que lo entregan todo por los demás, los que realmente nunca saben qué hacer, y otros, como yo, que quieren lo mejor hasta que llegue lo peor. Es lo que disfruto de cada día como hoy. Me recuerda lo mejor y el hecho de que puede que aún puede que falten muchos por compartir.

En el parque.

Sentada en uno de Boston me dio por escribir.

No me llega mucha inspiración, así que esta entrada posiblemente no tenga mucho sentido. Va así: 40 grados, una libreta, un bolígrafo, el sol, media botella de agua caliente y yo. No puedo dejar de mirar a los lados. Creo que es porque así me crió mi país. Paranoica, bastante pesimista. ¿Qué se sentirá vivir en el primer mundo desde el principio? Es chistoso como todos se quejan acá de sus países o incluso de sus estados (dentro de USA) y a mí me toca aplicar la que le escuché a un colombiano: "I have to go back to South America, dude". No es que odie Venezuela, es la gente, el egoísmo, las ganas de joder al otro para no estar jodido uno mismo. 

No quiero volver al tercer mundo de la mente. No disfruto ser parte de eso.

miércoles, 13 de julio de 2011

En otra ciudad.

En otro país.

Aún así, busco entre la gente alguna relación, alguna mirada en común. He visto tantas cosas y observado tan pocas. Te quiero a ti, de eso no hay duda. No hay manera de engañar a mi cabeza o de hacerme creer otra cosa. Es simple, está claro y sobre todo, está vivo. La distancia no basta, el silencio tampoco es suficiente, siempre hay algo más que por más que intentemos ignorarlo, está ahí. Incluso está dicho, "hay llamas que ni con el mar", ni con uno ni con siete. Siempre te veo rondando por ahí, y me es imposible ignorarte porque no quiero hacerlo. ¿Por qué iba a querer hacerlo? No existe en este mundo una melodía más perfecta que la que escucho cuando pienso en ti. Lo siento, pero no lo cambiaría por nada. No me importa si tengo que esperar a morir para verte en el otro lado, o si pasan tres vidas y cuatro hijos, o tal vez mil doscientas zanahorias. Lo único que realmente quiero es a ti.