miércoles, 25 de mayo de 2011

De la piedra del mar.

Francisco Massiani logra abrirnos una ventana a la época dorada de Caracas. Esas calles transitables, con lugares de entretenimiento sanos y otros no tanto. Piedra de Mar es una novela con un lenguaje simple, un lèxico con el que estoy segura que muchos jóvenes a lo largo de los años se han sentido identificados. No es simplemente una historia, es un viaje en el que todos nos embarcamos por lo menos una vez en la vida.

Vemos como Corcho vive sus días como un adolescente un poco alejado de lo que serían las buenas costumbres, pero aún así tiene sentimientos muy puros y sinceros en cuanto a sí mismo y los demás. Buscando el amor no correspondido de Carolina, esa niña de ojos bonitos y un cuerpo que todos desearían, Corcho pasa unos malos momentos y otros que disfruta hasta el instante en el que recuerda a su amor. Tiene aventuras, hasta relaciones con otras mujeres, vive en un mundo sin restricciones, donde puede beber y hasta fumar marihuana sin que alguien lo detenga y todavia se siente solo, siente que nada es suficiente.

Empieza a escribir una novela. Le gustó la idea, trató de hacerlo en serio, pero expresaba su forma de ser en esas palabras que tipeaba, y él no era nada serio. Lo único que Corcho realmente deseaba era que Carolina lo quisiera, que deje de fijarse en todos esos amigos que la rodean, que deje de caer en sus tontas trampas de "amor", esos cortejos baratos que no tienen sentido ni valor emocional.A veces eso es lo que todos deseamos, ¿no? Que la persona que nos gusta nos haga caso a nosotros, que somos quienes de verdad lo queremos y que deje de chocarse contra esas paredes de amor inalcanzable en los que siempre parecen estar metidos.

Después de mucho golpearse él mismo, Corcho consigue el amor en Kika, una muchacha bastante extraña, que desde el principio tuvo la atención de Corcho (aunque nunca tanto como Carolina, claro está). Kika no tiene mucho papel en la novela, de hecho, aparece muy poco incluso al final. Esto es un poco confuso para mí, que al final el protagonista termine enamorado de un personaje que casi no hemos conocido, y que honestamente parece que la buscó luego de ser tristemente rechazado por la mujer que de verdad quería. Kika es el colchón que amortiguó la caída de Corcho, un colchón viejo al que por salvarlo, le agarró muchísimo cariño.

Me agradó este final, la verdad. Dejar de ver sufrir a Corcho fue un alivio, porque ya estaba un poco cansada de su quejumbroso camino hacia un amor que no lo llevaría a ningún sitio. Me siento un poco mal por Kika, aunque supongo que ella también se habrá dado cuenta de su papel en la vida de Corcho. Aún así, por lo menos por lo que sabemos, son felices por esos momentos fugaces de su juventud.

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